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jueves, 22 de noviembre de 2012

Soledad es casi una mujer.

Es que vos deberías saber que la soledad crece cuanto mas rodeado de gente se esta.
La soledad desgarra, desalienta, deprime, duele, azota, mata, hiere, gime, llora, amarga, entristece, aleja, ahuyenta, maltrata, escupe, ahoga, ata, enloquece, abruma, vence, tortura, quema, grita, calla, enmudece, ensordece, abofetea, ignora, derrite, empaña, mutila, empobrece, ahorca, envilece, seca... si, la soledad seca los poros, seca las lágrimas también. Cuando la soledad es de vos, se esta viva por inercia, cuando la soledad es de vos, así es como se siente.

Volve pronto, estoy a punto de palpar mi soledad y si se hace mujer quiere decir que morí.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Gajes del oficio

Parecía el amanecer de un día cualquiera, cualquier sol entrando por las rendijas de la ventana, cualquier fecha del calendario cansado al que ya se le caen las hojas.
Era un día indiferente en el que no se tiene mas planes que sobrevivir a la cruel verdad en la que se convierte la vida.
Me levante de mi cama, puse los pies en el frío suelo para caer en la realidad de que me encontraba despierto... vivo.
Tome el desayuno, hojee el periódico, nada mas leo los titulares y si hay alguna noticia que parece no ser tan mala me detengo un poco a leer un par de líneas.
Encendí la televisión, busqué (como todas las mañanas) algún indicio de que no esta todo perdido en el mundo, pero como raramente se ha vuelto costumbre, dan todas las malas nuevas de las que uno quisiera escapar. Apagué la cajita mágica esa que nos entristece o nos llena de mentira que llamamos diversión según sea el caso.
Me di cuenta de la hora que era por un locutor de la radio al que tampoco le prestaba atención, la encendía como parte del ritual matutino y no para escuchar algo en especial.
Comencé apresuradamente a elegir el atuendo de ese día, lo bueno de este oficio es que no hay que reparar entre si la ropa combina o no, pues esa precisamente es la gracia.
Me vestí, me recogí el cabello y comencé a cambiar mi rostro con los colores habituales, blanca la base, un poco de rojo, azul, y rosa eran mis colores elegidos.
Busqué los zapatos grandes, me los puse. Busqué la nariz roja, me la puse.
Y el toque final era la peluca de colores que tanto me gustaba y con la que tan disfrazado me sentía.
En un maletín solía cargar todas mis herramientas para hacer reír: globos, dulces, chinchines, y demás cosas para un par de trucos de magia.
Caminé hacia la puerta, respiré profundo y salí.
Salí pensando que quizá alguna vez esta profesión se convierta en algo justo, en la que yo pueda hacer reír a los demás y en que la vida deje de reírse de mi.
Ese si seria un pacto honrado.