Ya no escucho tu voz
la cubrió la nieve.
Ya no siento tu mirada subersiva
evaporando charcos.
Se secó la fuente que tenía vertiente en tu boca.
Mis piernas están fuertes porque camino mis propios pasos.
El Braille que inventaste en mi piel
está cicatrizando.
Ha crecido mi cabello y cubre la desnudez de mis pechos
lo peino intentando desenredar las historias que dejaste
y que religiosamente recogí de las sábanas.
Un ventoso octubre se lleva todos tus olores de cocina, de mañana y de hombre.