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lunes, 28 de enero de 2013

Plaza vacante

Es uno de esos días que se ha cocinado a fuego lento y digo es por que el día paso pero sigue siendo la noche del mismo lunes.
Lunes aparece timidamente para no irse mas, o al menos así me paso a mi, con toda la lentitud de quien espera no ser desahuciado.
Hoy hubiese querido quitarme la piel, colgarla en el armario y tirar el alma por ahí, tener una especie de vacaciones en otra dimensión, algo así como saber que significa estar muerta para estar segura si es ahí donde quiero ir o quedarme a llenar un espacio mas, aunque tampoco se si ocupo un espacio, parezco flotar y pasar inadvertida, esa sensacion de invisibilidad me gusta en días como este.
Este día camine sola bajo el sol, salí a las 12 en punto a la calle, el cielo parecía tener un hueco enorme, y ese mismo hueco estaba en mi pecho, era como si el cielo entendiera lo que me estaba pasando, yo caminaba y su omnipresencia azul profundo parecia querer cobijarme, yo sentia un vacio enorme, como cuando se esta al borde de un gran abismo al que se teme pero a la vez se quiere saltar hacia el.
 Despues de un rato de caminar y actuar lo mas humanamente posible, volvi a la rutina de la tarde, las horas tambien caminaron lentas, es mas, creo que el reloj en algun momento del dia en que todo el mundo esta tan ocupado en sus cosas que nadie tiene el tiempo de preguntarse la hora retrocedio y no una si no al menos dos horas, obviamente lo hizo en confabulacion con el sol y la luna, si, eso fue, nos jugaron una broma hoy, el roloj, la luna y el sol apostaron a que nadie se iba a dar cuenta de que iban a tardarse mas el sol en esconderse y la luna en salir y el reloj iba a retroceder en el momento justo y las estrellas... las esttrellas estan a la orden de la luna y la obedecen.
Que va! Fue una tremenda jugada de la que recien me doy cuenta, solo espero que cuando el reloj, el sol y la luna vuelvan a jugar de este modo, me inviten a mi, les voy a hacer saber que es horrible sentirse con un terrible hueco en el pecho, les voy a contar que quiza es un poco de egoismo de mi parte, pero que necesito verte lo antes posible, que esta sensacion de flotar en el Universo no es tan linda como te dicen que es, me gusta el cielo omnipresente, pero me gusta con vos.

miércoles, 2 de enero de 2013

A un lobo.



Un lobo lame la herida que le causó la trampa de un cazador furtivo.
Un cazador con aspecto de experto pero en realidad es torpe para este oficio.
Hace años su padre, que fue un cazador reconocido en la zona, lo llevó al bosque a enseñarle lo excitante que era atrapar un lobo entre la nieve, quería dejarle su legado al menor de tres hijos varones y al que le exigía mas que a sus otros dos hermanos, pues pensaba que por ser el más chico era el más torpe y consentido de todos, y no estaba lejos de la realidad, la madre se había encargado de llenarlo de atenciones y cuidados excesivos, por lo que el chico se enfermaba muy seguido y no podía acompañar a su padre a hacer lo que mas le gustaba; cazar lobos en la nieve.
Cada temporada de caza veía como su padre y sus hermanos llegaban a casa con anécdotas triunfales y con trofeos por matar tan hermosas y enigmáticas bestias, el chico, mucho no comprendía tal regocijo por quitarle la vida por deporte a un animal indefenso, no por que no pudiera atacar, si no por que los humanos estaban siempre equipados con las mejores armas y atuendo, esto ya suponía una gran ventaja sobre casi cualquier animal o incluso sobre otro hombre despistado y sin armamento.
Pasaron los años y como toda ley que se cumple medianamente en orden, su padre enfermó y murió, había estado casado con su madre durante casi 50 años y era de esperar que la soledad y la penumbra se apoderara de su ella hasta que un día por obra y arte de su voluntad dejo de respirar para unirse en otra dimensión, al que fuera el amor de su vida.
Cada uno de los hijos hizo su vida como mejor o peor le pareció, el mayor se casó con una mujer adinerada pero poco interesada en sus propios bienes y se fueron a vivir muy lejos del pueblo que ambos estaban hastiados de conocer de palmo a palmo, el segundo de los hijos emigró a otro pueblo cercano pero mas grande y comenzó un negocio de armas para la caza, dicen que no le iba tan mal y por la misma razón se fue olvidando de su pueblo, sus amigos y hasta de su propio hermano.
El mas chico de los tres había crecido al fin, viendo temporada tras temporada a aquellos animales que detrás de su mirada escondieron la razón por la cual les respetaba tanto y no se animaba a tomar las armas de su padre, las cuales cuidaba como a tesoros, para ir en busca de los ojos de un lobo y la piel como recompensa de su valentía.
Un día,  despertó queriendo convencerse a si mismo de que un lobo era eso, un lobo, un lobo blanco o quizá gris, un lobo con mirada penetrante pero no invencible, que da pasos hacia atrás por el miedo de ser capturado, herido y muerto en combate.
Tomó la mejor arma que tenía de su padre, la limpió hasta el punto de pulirla, se vistió de sus mejores ropas de cazador para parecer entre tantos de ellos un experto que no era, tomó un poco de chocolate caliente para hinchar el pecho, respiró profundo y salió de su casa, su guarida que muchos años atrás hubiera querido dejar para comprobarle a su padre que el también poseía el valor de matar un animal de estos, un animal así de misterioso.
Puso en un lugar una trampa para hacerse mas fácil el trabajo de dispararle en la sien a su adversario, o quizá en un pata, después de todo, el se sabía con poco valor de dispararle siquiera en el costado. Pasaron varias horas y como era de suponer, sus lobos aullaban pero no aparecían. El frió y el cansancio de pronto se apoderaron de el, el chocolate de su termo se había terminado y su ultimo y único cigarrillo había cedido al frió, sus ojos se cerraban pero no renunciaba a la posibilidad de irse sin nada entre sus manos.
De pronto, escuchó un fuerte ruido, ¡era el! ahí estaba su lobo, el lobo que había esperado tener frente a frente toda su vida, el animal que le iba a dar por fin el título de cazador, aquel animal que lo reivindicaría ante sus detractores de ser tan buen cazador como su padre, que vieran que su herencia no murió con el.
Por un momento se alegró de ver al lobo, de ver sus ojos y su mirada indecible y al próximo segundo se entristeció por aquel animal que parecía indefenso, herido de su cuerpo y de su orgullo de bestia.
Pero de inmediato pensó que no podía defraudarse, no podía dejarlo ir y que tenia que terminar aquella tarea que esa mañana había adquirido por convencimiento propio.
Después de un rato de ver como el animal instintivamente lamía sus heridas hechas por esa trampa, desenfundó su mejor escopeta, el tesoro de su padre, apuntó fijo y entonces el lobo lo miró, sus ojos hipnotizadores se clavaron en el muchacho y le decían: no me cazaste vos, yo me di por vencido.