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martes, 16 de julio de 2013

Sobre lo complicado de las cosas

Es muy cierto que estamos rodeados por cientos de cosas que tienen candidatura firme para quejarnos de ellas a diario.
Que si el transporte público, que si  la canasta básica, que si el vecino y su "perreo del sucio" a todo volumen, que si no ganamos el sueldo que queremos, que si no nos ascendieron, que si la camisa no combina y el elevador es muy pequeño, etc.
Complicarse por cada mal paso parece estar de moda, ni hablar de evadir responsabilidades con críticas a terceros y políticos ó en su defecto a políticos de tercera.
El punto es que la vida viene con un paquete completo y asegurado de momentos y circunstancias jodidas como para que lo sazonemos con más de lo mismo.
Optar por el respeto es un buen tip para descomplicarnos por las diversas formas de creer, pensar y decidir de los demás, es totalmente desgastante sumergirnos en discusiones inútiles, es mejor abortarlas.
Otra forma interesante de descomplicarnos es no perder la libertad de escoger, esto abarca desde elegir qué vamos a comer, vestir, leer, hasta elegir con quien queremos estar, cuánto tiempo y bajo que circunstancias, nadie tiene derecho a quedarse en tu vida más de lo que podés tolerar y viceversa, por eso también es bueno saber cuando y como dictar la retirada si las cosas comienzan a ser así: complicadas.
Sumemos a esta pequeñita lista el hecho de enfocarnos en lo que nos gusta, es por demás complicado hacer cosas que el tiempo no nos permite, estarle sumando horas al día y restar minutos al descanso es horrible, esto no ayuda para nada.
Tampoco nos ayuda actividades que no nos gustan y que aceptamos sólo por encajar, ¡No nos comprometamos con casusas por convivir!
A nadie le gusta cumplir horarios de actividades por una mera obligación y no por satisfacción propia.
Dejémonos de quejarnos, hagamos eso que tanto quisimos hacer, perdamos el miedo, dejemos las complicaciones a un lado y sobre todas las cosas corramos en pos de la libertad, esas sensaciones a las que siempre vamos a querer volver como oler un libro nuevo, como sentir la brisa de la montaña, el sabor de un buen café, el llanto en el hombro del buen amigo, levantarse tarde en un día feriado, empacar para un nuevo viaje; a todo esto le llamo: vivir ligero.

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